domingo, 30 de enero de 2011

El precio de generar electricidad

Dicen que el que no sabe es como el que no ve. Para poder juzgar hace falta esforzarse en entender, de otro modo hablaremos como esos tertulianos que nunca entran en el fondo de las cosas y consecuentemente nunca proponen nada para cambiarlas.
Hoy quiero profundizar en el tema del precio de la luz. Decíamos que en la última década habíamos adquirido una enorme deuda con las eléctricas a base de pagar sólo parte de ese precio en nuestras facturas. Quedaba pendiente conocer si el precio que pagamos es justo, es decir, cuáles son los verdaderos costes de generar electricidad.
Generamos electricidad en hidroeléctricas, nucleares, centrales térmicas de gas, de carbón y de fuel. Más recientemente, a través de las nuevas renovables, eólicas y solares fotovoltaicas. Sus costes se clasifican en los de construcción de una central (un gasto inicial que hay que ir amortizando como las hipotecas) y los de funcionamiento, como el combustible y la mano de obra.
Según los datos son de un informe de 2008, de la Comisión Nacional de Energía, titulado precios y costes de la generación de electricidad, me permito diferenciar nuestras centrales en dos tipologías:
  1. Centrales de renovables, cuyos costes son esencialmente los de construcción, al no precisar combustibles. Entre éstas está la hidroeléctrica, de centrales ya amortizadas, que ni siquiera tiene esos costes, por lo que puede producir a unos 3€/Mw.
  2. Centrales convencionales, en su mayoría amortizadas, para las que los costes más importantes son los de combustible: nucleares (18€/Mw), de carbón (60 €/Mw), gas (70€/Mw) y fuel (aún más).
La clave del sistema está en cómo se fija el precio de la luz producida. Se hace en una subasta en la que se reúnen productores y comercializadores de la luz: los primeros dicen cuánta tienen disponible para producir, y a qué precio la ofrecen, los segundos dicen cuánta necesitan para cada día. En la subasta, las ofertas de energía se ordenan de menor a mayor precio, y se van casando ofertas y demanda.
Renovables y nucleares suponen más del 50% de la energía necesaria, pero para el resto necesitamos las térmicas, que van a encarecer el precio de subasta en la medida en que tengamos que alcanzar a usar las centrales de gas de ciclo combinado (casi siempre) o incluso el fuel.
Lo sorprendente es que el precio que vamos a pagar es el máximo que se alcance en la subasta: si nos vemos obligados a producir con fuel, podemos llegar a 85 €/Mw, y pagaremos esa cantidad a las renovables, a las hidroeléctricas y a las nucleares. Mirando las cifras de sus costes respectivos, más arriba, podemos entender el enorme negocio que hacen las empresas energéticas propietarias de centrales de renovables y nucleares.
El sobreprecio que pagan las comercializadoras a las empresas propietarias de nucleares e hidroeléctricas, construidas hace décadas con el dinero de todos, se estimaba en 2008 en unos 1500 millones de euros anuales. Mientras tanto, el coste de las primas que se pagan a los productores de las nuevas renovables (responsables para tantos tertulianos de los elevados precios de la luz), que no olvidemos, se pagan también a las modernas centrales de gas de ciclo combinado, es de unos 600 millones de euros anuales.
En definitiva, el esquema actual en que por un lado, no pagamos el precio de lo que consumimos, hipotecándonos para el futuro, y por otro, ese precio se fija en unas subastas que garantizan enormes beneficios a determinadas empresas eléctricas, es una combinación diabólica que parece tener poco que ver con un libre mercado de la energía.
Pero la cosa podría ser todavía algo peor. Ese precio en función del de la energía más cara requerida podría reducirse a medida que empleemos energías baratas en mayor cantidad. Ya lo hemos experimentado varias veces desde el inicio de la crisis: incluso con subastas que terminan en 0€/Mw en horas nocturnas. Sin embargo, ese precio no es el que paga el usuario final: nuestra tarifa se decide en unas subastas específicas trimestrales, para las que según la CNE los precios suben extrañamente, por lo que incluso ha solicitado la intervención de la Comisión Nacional de la Competencia. Todo ello supone que las bajadas de precio de las subastas diarias sólo repercuten en los beneficios de las comercializadoras, en su mayor parte empresas “hijas” de las mismas productoras.
¿Qué hacer? A mí sólo se me ocurre sugerir que debemos optar por las pequeñas comercializadoras independientes de las productoras para que comience a existir una competencia real en nuestro mercado de la electricidad.

Sube la luz

En el año 2000, el gobierno de España decidió regular las tarifas de la luz, desligándolas del incremento de los costes de producir electricidad. La estrategia, mantenida por los dos partidos mayoritarios a lo largo de la década, generó un crecimiento nunca visto, pero hoy sabemos que, como con la burbuja inmobiliaria, había truco. La diferencia entre costes y precios (el déficit tarifario) iba dando lugar a una deuda del Estado con las empresas eléctricas.
Estas siguen declarando beneficios, pero porque cuentan la deuda como si ya estuviera pagada. Una deuda que alcanza ya los 20.000.000.000 euros, y que seguirá creciendo mientras el precio que pagamos en nuestras facturas siga siendo inferior a lo que cuesta generar electricidad (tema del que trataremos en otro artículo).
Ahora esa deuda la pagamos todos en el recibo de la luz: poco a poco, con intereses incluídos, en los próximos 15 años. Además, la subida de los tipos de interés en el mercado internacional hace urgente cambiar de sistema y saldarla cuento antes, así que ahora tendremos que empezar a pagar lo que cuesta más lo que dejamos pendiente de pago los últimos diez años. La otra opción es seguir incrementando la deuda, pero llegaría un momento en que el coste de sus intereses fuera igual, y después superior, al de pagar la luz a su precio, lo que parece estúpido.
Y lo peor es que esa electricidad artificialmente barata, mayoritariamente importada (a nivel estatal), ha llevado a incrementos de consumo, de emisiones de CO2, de la deuda externa, y además ha condicionado nuestras decisiones, desincentivando medidas de ahorro y eficiencia en nuestras empresas y viviendas, lo que puede desembocar en unos costes energéticos dificilmente asumibles para muchos en un futuro próximo.
No es la primera vez que las decisiones políticas populistas, o al menos cortoplacistas, orientan erróneamente a los ciudadanos y empresarios con subvenciones que desembocan en formas insostenibles de funcionar. Desde nuestra responsabilidad como votantes, hemos de esforzarnos en diferenciar las propuestas de futuro de aquéllas que son simplemente lo que queremos oir. Desconfiemos de los programas políticos que se asemejen demasiado a una carta a los Reyes Magos.

viernes, 21 de enero de 2011

Del precio y el uso del agua

Dicen que la nueva ley de aguas de Galicia está al caer, y que significará una subida enorme del precio del agua. Lo cierto es que la Directiva Marco del Agua  ya establecía hace más de una década que el agua había que pagarla con la factura y no con los impuestos, que subvencionar el agua desde los gobiernos sólo lleva a su derroche.
Y es que el agua es barata, demasiado barata: a menos de un euro por metro cúbico, a 0,001 € el litro de agua potable. Si pensamos que a veces pagamos un euro por un botellín, hablamos de 1000 veces más barato que eso. Por embalsarla, tratarla, distribuirla, recogerla, llevarla a las EDAR y depurarlas antes de su devolución al medio natural. No parece muy caro.
Además, si nos parece caro siempre podemos gastar menos. Existen medios para ello: perlizadores, reductores de caudal, cisternas de doble pulsador, alcachofas de ducha ahorradoras... sistemas que nos permiten ahorrar hasta un 50% del consumo habitual sin darnos cuenta, con el consiguiente ahorro de energía en el caso del agua caliente.
Me sorprende la tendencia de nuestra sociedad a quejarnos y no actuar, la escasa capacidad de muchos para reaccionar y arreglar las situaciones que tienen arreglo. Bombillas de ahorro y perlizadores son las armas adecuadas para enfrentarnos a estas subidas de tarifa en luz y agua. A su vez, las subidas de tarifa son la única herramienta de los gobiernos para que ahorremos agua y energía, que no sobran en nuestro país.
Consolémonos: no se trata de pagar mas, sino de pagar de otra manera: ¿quien cree usted que estaba pagando la diferencia hasta ahora? ¿el presidente de su bolsillo? Se trata sencillamente de saber cuánto cuesta realmente lo que consumimos (¿y actuar en consecuencia?), en vez de gastar de más sin saber el precio, y pagándolo a través de nuestros impuestos, que tienen mejores sitios adónde ir.

El debate energético

Cuando empiezas a leer sobre la energía solar las magnitudes son avasalladoras: qué monstruo tenemos allí enfrente! Durante el presente año, el sol arrojará sobre la Tierra 4000 veces más energía de la que vamos a consumir. Si Alemania colocara paneles fotovoltaicos en el 10% de sus tejados, cubriría sus necesidades de electricidad. La potencia de la luz solar es la de una estufa de 1Kw por cada metro cuadrado. La energía solar está disponible en una cantidad enorme, y es gratuita. Es cierto que la hay más durante el verano, y que no la tenemos durante la noche, pero también lo es que esas horas de sol son bastante más que las de uranio o petróleo que cae sobre nuestras casas.
Nuestra capacidad de captarla es variable según si queremos captar calor o si queremos convertirla en electricidad. Los captadores negros de los paneles para agua caliente pueden absorber hasta un 80% de la radiación incidente. Los cristales de cuarzo de los paneles fotovoltaicos que convierten luz en electricidad sólo aprovechan el 20%. Se trata, sin embargo, de tecnologías jóvenes con un elevado potencial de mejora, y con una enorme ventaja que las condena. Son energías libres:  una vez que tienes el captador, no dependes de nadie: luz gratis, agua caliente gratis!
Al igual que pasa con el viento, desde los poderes que rigen el mercado se trata de retrasar esa fecha que indudablemente ha de llegar, la de la energía libre. En lugar de aprovechar la energía cada uno en su casa, pagamos un sobrecoste en nuestra factura que hace ver que estas energías no son competitivas, que provoca rechazo, que nos aleja de ellas. En lugar de su captación dispersa y libre, grandes parques y huertas solares salpican el territorio, afeándolo y obligándonos a comprar lo que es gratis.
¿Qué nos queda? la rebeldía de salirnos del sistema. Comprar nuestros captadores en vez de cambiar de coche: ¿qué coche te va a durar 25 años? ¿qué coche te va a dar energía? ¿no fardarás más con tus paneles y tu libertad que con tu coche nuevo? ¿Con tu aerogenerador que con tu GPS?
Los precios bajan día a día, los equipos disponibles en la red son cada vez más económicos, mientras la luz sube y sube: la paridad está a la vuelta de la esquina, ahí al lado, en el 2015.

El monte del futuro en Ribadeo

Un esclarecedor artículo sobre el monte de Barreiros firmado por Marey, Rodríguez y Crecente, de la Universidad de Santiago, en la Revista Galega de Economía del año 2005, muestra las vergüenzas de nuestro sector forestal. Explotaciones de tamaño medio de 1 hectárea, de propietarios absentistas en el 50% de los casos y en el otro 50%, actividad marginal de propietarios de 65 años sin formación forestal.
Resulta sorprendente que esto no sea percibido como un "problema nacional" en una comunidad con un 65% de territorio forestal. Yo al menos lo veo como un problema del que merece la pena escribir una entrada en mi blog.
Efectivamente, más de la mitad de nuestro territorio, también en Ribadeo, es monte. A menudo se lee "bosque" (p.e. en el último número de Empresa y Finanzas, "el periódico económico de Galicia"), pero bosque, o fraga, es el bosque natural, ya casi extinto en nuestro concello. Hoy lo que tenemos es cultivo de árboles, cultivo de madera, cultivo de papel, que se planta, se deja crecer y se corta. Decía un catedrático amigo que el monte es al bosque lo que el ejército es a la sociedad. Una sutil diferencia en su diversidad: de especies, de tamaños, de edades, de objetivos...
Leo en ese diario que hoy el reto de nuestras explotaciones de madera es la certificación forestal, el sello de calidad. Pues bien, ese sello es producto de la exigencia de los consumidores. Sabrán que hoy tenemos dos formas de votar: una es en las urnas, cada cuatro años. Otra es al comprar, cada día. Claramente hoy por hoy, esta segunda va tomando cada vez más importancia. Pues bien, hoy por hoy quien compra algo de madera, y especialmente en Europa, prefiere que esa madera haya sido extraída cumpliendo la legalidad, sin explotación de los trabajadores, respetando los suelos y las aguas de la zona, reservando parte de la vegetación natural de las parcelas, etc. En definitiva, explotaciones respetuosas con los valores ambientales del entorno.
No hay que ir muy lejos para buscar los modelos, pues coinciden con el esquema propuesto en su día con las UXFOR, hoy extintas definitivamente por el gobierno de Feijoo: asociaciones de propietarios que juntan un mínimo de 25 hectáreas, de las que se reservan las de mayor calidad, riberas de cauces, etc, y el resto se explotan conjuntamente, permitiendo conjugar los resultados económicos con el respeto ambiental. Frenada esa iniciativa, estamos hoy en un impass que a nadie favorece.
Urge poner en marcha modelos tipo UXFOR en Ribadeo, desde el gobierno municipal se debe incitar a ellas mediante la imposición máxima a las parcelas rústicas sin limpiar, desincentivando el mantenimiento de propiedades abandonadas, que suponen obtener un beneficio económico a costa de incrementar el riesgo de incendio para todos.
Sobre esas grandes unidades se podrían realizar planes de ordenación forestal que incluyan barreras de especies frondosas para el fuego, zonas que resultarían hábiles para el uso recreativo y micológico, reducir el actual monocultivo de eucalipto con otras especies, siguiendo criterios técnicos en función de la calidad del suelo y la orientación, incluso contemplar la entrada de ganado en donde fuera compatible para reducir costes de desbroce.
En definitiva, un monte más diverso y mejor organizado, con teselas de bosque, recuperando la vegetación de ribera en todos los pequeños cauces, sería un avance para todos, un monte rentable que permitiría generar empleo, reducir el riesgo de incendio y compatibilizar los usos forestal y recreativo.

lunes, 17 de enero de 2011

Política y economía local

Quince meses en el ayutamiento de Ribadeo dan para mucho. He aprendido un montón sobre la gestión municipal, al menos la de un ayuntamiento de este tamaño.

Por ejemplo, he aprendido que el control desde el poder político sobre los destinos del municipio es relativamente escaso debido a la falta de fondos. El dinero que se trasmite por el Estado apenas da para cubrir los gastos corrientes, con lo que cualquier iniciativa fuera de mantener la inercia de funcionamiento heredada, con sus costes (salarios, factura de la luz, combustibles, etc.) debe proceder de otras administraciones: ministerios, consellerías o diputación.

Lo malo es que las diferentes administraciones no entregan el dinero para que hagas lo que estimes oportuno, sino que, en el uso de sus competencias, definen sus propias líneas de inversión. Así, deciden que promueven o subvencionan energías renovables, pabellones polieportivos, paseos marítimos, polígonos industriales, defensas portuarias, determinadas repoblaciones forestales, desbroces de pistas, técnicos de empleo, técnicos de asunstos sociales, técnicos de normalización lingüística, personal de protección civil, de turismo... Estas otras administraciones construyen en realidad un ayuntamiento paralelo, manejando tantos fondos o más que el propio concello, diseñando un desarrollo pret-a-porter que a menudo no encaja con la talla del municipio: le sobra de manga y le falta de sisa, o a la inversa.

De esta manera, gran parte del dinero que se emplea en actuaciones ambientales, obras públicas, mantenimiento de infraestructuras, o contratación de personal no está decidido por el propio ayuntamiento, sino desde centros de decisión más o menos lejanos, con mayor o menor conocimiento de las necesidades de cada población. Por supuesto, cada concello es libre de aceptar o no tales subvenciones, de hacer o no las obras o de contratar o no ese puesto de trabajo, pero de hecho, si no lo hace, al no poder hacer tampoco otra cosa, se le tachará de inacción, y la gestión realizada será de difícil defensa ante la comparación con concellos vecinos.

Lo peor de las subvenciones es que además, te la dan o no te la dan, y que salen si salen y cuando salgan. En definitiva, imposible saber en enero si vas a tener socorristas, técnicos de turismo, protección civil..., si podrás mantener el sistema de gestión ambiental, si podrás desbrozar las pistas forestales, si habrá escuela de oficios... Es imposible planificar el año, lo que lleva a una política de gestión a salto de mata, donde cualquier medida se ha de improvisar salvo que cuentes con un trifásico en alguna administración de esas que manejan el dinero.

Seguramente es necesaria una simplificación de la estructura de la administración, y la sustitución de las subvenciones por transferencias directas de fondos que incrementen la autonomía municipal y su capacidad de gestión. Los poderes estatal y autonómico deben ser fundamentalmetne legislativos, y de la misma manera que las autonomías deberían participar en el poder central a través del Senado, los ayuntamientos deberían tener capacidad de influencia en las cámaras autonómicas.

Entre tanto, la única opción es buscar fondos detrayéndolos de los gastos corrientes, modificando hábitos del personal contratado y de la ciudadanía y optando a subvenciones que permitan incrementar la eficiencia a través del ahorro en suministros, en energía eléctrica, en combustibles. Pero de ello hablaremos en una próxima entrada, que hoy se ha hechoya  tarde.

domingo, 9 de enero de 2011

Economía sostenible

¿Qué es, entonces, el desarrollo económico sostenible? Manteniendo el objetivo de maximizar la felicidad, hemos de ir hacia una economía que permita que la mayor parte (digamos que toda) la población tenga acceso a un trabajo que le permita tener unos recursos económicos suficientes.

Los estudios realizados sobre la felicidad indican que la desigualdad es negativa, por lo que convendrá desincentivarla, mediante impuestos elevados a los salarios más altos, que suponga para las empresas que es mejor contratar a dos personas por menos dinero que a una por mucho. La injusticia y la falta de proporcionalidad en los salarios y los impuestos es otra fuente importante de infelicidad, por lo que el control fiscal de los márgenes de las empresas y del fraude en general es parte esencial de una economía sostenible.

A estos efectos, me gustaría destacar la incoherencia de nuestra sociedad recientemente puesta de relieve con el tema de las denuncias por fumar en zonas prohibidas respecto a la delación de quien delinque. A nadie se le ocurre defender que esté mal denunciar a un terrorista, a un asesino o a un ladrón. En el tema de los malos tratos en el hogar es algo que aún hoy estamos corrigiendo, y algo parecido está sucediendo con los delitos relacionados con el tráfico. Hoy tenemos sobre la mesa el debate sobre el tabaco, y sin embargo, no se plantea aún que se deba delatar a quien defrauda al fisco, cuando este es sin duda el principal problema de nuestra economía.

Parece que no somos conscientes de que quien nos vende que eso estaría mal es el amigo de quien defrauda millones de euros, que aprovecha nuestros pequeños chanchullos de 50 euros para hacernos cómplices de aquél. Si todos pagáramos nuestros 50 euros y denunciáramos al de los millones,  podríamos ahorrarnos el dentista y el ordenador de nuestros hijos, que nos pagaría (previa democrática exigencia, claro está) el erario público.

En ese país de las maravillas al que queremos dirigirnos, con unas cuentas públicas saneadas y una economía sumergida inexistente, ese trabajo generalizado debería cumplir una condición inexcusable: la compatibilidad con la vida familiar. Reducir los horarios laborales para acomodarlos a los escolares permitiría aflorar nuevos puestos de trabajo. Uno de los grandes fracasos de las anteriores reformas laborales ha sido la mínima creación de empleos a tiempo parcial, al parecer debido a los abusos a los que se prestan.

En definitiva, invertir en inspección laboral y fiscal permitiría aflorar recursos y empleos. La actual reforma laboral, hasta ahora basada en una reducción de los derechos de los trabajadores, deberá tener su contrapartida en un incremento de la inspección y un fomento de los empleos a tiempo parcial, que permitan al tiempo reducir el nivel de desempleo y conciliar la vida laboral y familiar. Algunos detalles de los esquemas holandés y danés pueden servir como base para el diseño de un mercado laboral socialmente más sostenible.

El manoseado desarrollo sostenible

Da casi grima escribir esa tan prostituida secuencia de palabras: hoy hablar de sostenibilidad te hace parecer algo imbécil, bastante ingenuo y muy fuera de la realidad. El concepto es muy antiguo, básicamente se trata de no matar la gallina de los huevos de oro.

Con un objetivo básicamente social, como es maximizar la felicidad de la población, trataremos de dar los servicios sanitarios de la manera más eficiente posible, y una educación adecuada a ese fin. No estamos hablando de generar tontos felices, sino adultos que sepan gestionar sus emociones, tomar las riendas de su vida, resolver sus conflictos pacíficamente y asumir su propio papel en el cuidado de la salud propia y del medio en que viven.

Personas responsables que no pongan fuera de sí mismas la culpa de lo que hacen, que se interesen por conocer las consecuencias de sus decisiones, que asuman su parte de responsabilidad en todo lo que sucede a su alrededor, por acción u omisión, y que sean capaces de movilizarse para actuar en consecuencia.

Dejar de fumar, conducir con respeto, usar el vehículo privado con moderación, ahorrar energía, agua y recursos en general, colaborar en el reciclado o reducir la cantidad de residuos son actitudes a las que nos vamos a ver obligados, porque es de sentido común. El que lo veamos como imposiciones es una muestra de inmadurez impropia de estas alturas de la historia: es el niño que no quiere comer verdura y no quiere que su madre le explique nada al respecto. Nuestra salud, la viabilidad de la sanidad pública, la calidad ambiental del aire que respiramos, del agua que bebemos, de los alimentos que consumimos, exige que empecemos ya a cambiar esos comportamientos.

Al parecer, nuestros hijos serán la primera generación de la historia que tendrán una salud peor que sus padres, debido a la contaminación de los alimentos, del aire y del agua, y a la exposición a radiaciones. Llevamos lustros saltándonos a la torera el principio de precaución que en el marco de la UE nos autoimpusimos, para evitar frenar el desarrollo económico, olvidando la salud y el medio ambiente, y las consecuencias ya asoman en el horizonte. Definitivamente, abrámonos al cambio. No queda otra.

Felicidad y consumo

Circula en internet un vídeo imprescindible para los que promovemos un cambio en nuestra forma de ver y hacer las cosas llamado "historia de las cosas". Es una visión lúcida y esclarecedora del sistema económico basado en el consumo y sus consecuencias ambientales y sociales. En un momento dado, tratando del ciclo de vida de los productos manufacturados, se para a hablar del consumo: el momento mágico, la dovela central de la estructura en que vamos al comercio y adquirimos el producto.

Vivimos para eso: nos levantamos, trabajamos, volvemos a casa, vemos la tele y nos dice: eres una mierda, no tienes esta colonia, ni este coche, ni esta chica, ni este viaje..., salimos corriendo de casa y gastamos el dinero, adquirimos nuestro billete al paraíso... pero al día siguiente la rueda comienza de nuevo: lo que ayer compramos no nos da ya la felicidad, hoy sale otro artículo que no tenemos...

Esa suerte de felicidad efímera basada en el consumo, esa infelicidad permanente basada en la publicidad, es desgraciadamente el motor del sistema. Incluso quienes sabemos que esa compra no da la felicidad, estamos persuadidos de que si no la hiciéramos, todo el sistema se vendría abajo, con consecuencias impredecibles.

La promoción del downshifting personal, o el decrecimiento global, es sin embargo una obligación moral, desde el convencimiento de que existe una posibilidad cierta de que esta carrera puede acabar en desastre. Si así fuera, el sistema actual es un auténtico timo piramidal del que solo se beneficiaría la minoría social que alcance un poder económico que les permita aislarse en una burbuja o escapar en una nave.

Por lo tanto, está en nuestras manos descifrar el complejo problema que supone transformar un sistema que se sospecha insostenible (fuentes de energía, contaminación, desaparición de ecosistemas, sobrepoblación, etc.) sin provocar una revolución social debido a la caída en la miseria de grandes masas de población. Recientes noticias ya nos están mostrando revueltas y levantamientos en cercanos países en desarrollo por la imposibilidad de acceder a los bienes básicos de consumo, algo que no se conocía desde hace décadas.

Ubicar la meta

Tenemos unos amigos con los que, en nuestros primeros años de independencia económica, compartíamos casi todo nuestro tiempo libre (o era todo?). Cuando llegaba un puente, nos plantábamos en su casa y salíamos los cuatro en el coche mientras pensábamos a dónde ir. Recuerdo que una vez que no lo teníamos claro, él, que conducía, al salir de casa dijo ¿derecha o izquierda? Y esa fue la forma en que acabamos llegando a los Arribes del Duero.

Fue divertido, pero no parece la manera más sensata de dirigirse en la vida. Para dibujar el camino lo primero que tendremos que hacer es pensar a dónde queremos ir. Cuál es nuestro objetivo, qué perseguimos en la vida. Mirando un poco más allá, qué queremos para nuestros hijos. Cuando te decides a hacerlo, parece sorprendente lo poco que nos paramos a pensar en ello.

Tras pasar por la salud, el dinero, el trabajo, el amor, acabaremos llegando con toda probabilidad a lo que sabemos desde niños: que sean felices ("y coman perdices"). Probablemente la felicidad necesitará de unos mínimos de todo lo anterior, pero es importante tener claro que el objetivo es la felicidad. La felicidad y no el dinero. ¿Es eso posible? ¿se puede ser feliz sin dinero? ¿cuanto dinero hace falta para ser feliz?

El genio de internet nos permite disponer de información para llenar un largo puente de interesantes lecturas sobre la felicidad. Y no hablo de libros de autoayuda, sino de indicadores de Felicidad Nacional Bruta, de estadísticas nacionales de felicidad, con su ranking de países más o menos felices, de la relación o no entre felicidad y PIB y en definitiva, de si marcarse el objetivo de ser un país (o región, o concello) rico es coherente con el objetivo de una sociedad feliz.

No creo que merezca la pena rellenar este espacio con textos copiados de otras webs, cualquiera que haya llegado aquí puede emplear las palabras clave o buscar en la wikipedia para encontrar los mismos hilos en los que yo entré. Las conclusión de mi pequeña revisión:
- a partir de unos mínimos vitales cubiertos, de sanidad y de educación, el incremento de PIB no influye en la felicidad.
- a menudo ese incremento se traduce en desigualdades sociales que son la clave de la infelicidad.
- la publicidad es la mayor fuente de infelicidad.
- los países de iberoamérica tienen la población más feliz del mundo, con un PIB per cápita inferior a un tercio del español.

En definitiva, si el objetivo es ser felices, tenemos la mira en la diana equivocada: los niveles de felicidad en los países occidentales vienen descendiendo desde 1960 a pesar del incremento de la riqueza y el bienestar y la educación. Hay algo en nuestra forma de entender la vida que echa por tierra todos esos avances sociales. Su comprensión y arreglo deben ser uno de los primeros tramos de nuestro camino al futuro.

Otro pesado contando historias

Empiezo el año con ganas! A ver cuánto me duran. Temeroso de hacerme pesado con las charlas a amigos y compañeros, me lanzo a escribir para el hiperespacio, y que me lea quien quiera.

Como todos los blogueros, escribiré sobre mis inquietudes, relacionadas el desarrollo económico y social, es decir, con la vida, y sus repercusiones en el medio ambiente y nuestra calidad de vida en el futuro. De las pensiones, del consumismo, de los residuos, del urbanismo, de la leche y las subvenciones, del eucalipto y de la educación...

En definitiva, de política, que no de los políticos y de los partidos. De lo que creo que debería hacerse, proponerse o al menos hablarse. De lo que, en definitiva, echo en falta en el debate político actual: intercambio de ideas y propuestas con fundamento, debate profundo y sereno sobre las mismas.

Desde Ribadeo, escribiré de cuestiones locales, comarcales, provinciales, autonómicas, estatales, europeas o globales. En definitiva, todo es lo mismo, cuaquier propuesta debe ser trasladable al menos en su espíritu a cualquier parte del mundo. No podemos pedir tener aquí los sueldos de Alemania y a continuación ir a comprar al chino de abajo: al hacerlo estamos "votando" por sueldos míseros y horarios leoninos en China, y por tanto, al final también aquí e incluso en Alemania.

Bienvenidos todos, y todos vuestros comentarios y aportaciones, siempre en esa línea del debate constructivo, a esta nuestra tertulia digital en la que trataremos de perjeñar un mejor camino al futuro, o el camino a un mejor futuro que el que hoy parece asomar a nuestra vista.