Dicen que el que no sabe es como el que no ve. Para poder juzgar hace falta esforzarse en entender, de otro modo hablaremos como esos tertulianos que nunca entran en el fondo de las cosas y consecuentemente nunca proponen nada para cambiarlas.
Hoy quiero profundizar en el tema del precio de la luz. Decíamos que en la última década habíamos adquirido una enorme deuda con las eléctricas a base de pagar sólo parte de ese precio en nuestras facturas. Quedaba pendiente conocer si el precio que pagamos es justo, es decir, cuáles son los verdaderos costes de generar electricidad.
Generamos electricidad en hidroeléctricas, nucleares, centrales térmicas de gas, de carbón y de fuel. Más recientemente, a través de las nuevas renovables, eólicas y solares fotovoltaicas. Sus costes se clasifican en los de construcción de una central (un gasto inicial que hay que ir amortizando como las hipotecas) y los de funcionamiento, como el combustible y la mano de obra.
Según los datos son de un informe de 2008, de la Comisión Nacional de Energía, titulado precios y costes de la generación de electricidad, me permito diferenciar nuestras centrales en dos tipologías:
- Centrales de renovables, cuyos costes son esencialmente los de construcción, al no precisar combustibles. Entre éstas está la hidroeléctrica, de centrales ya amortizadas, que ni siquiera tiene esos costes, por lo que puede producir a unos 3€/Mw.
- Centrales convencionales, en su mayoría amortizadas, para las que los costes más importantes son los de combustible: nucleares (18€/Mw), de carbón (60 €/Mw), gas (70€/Mw) y fuel (aún más).
La clave del sistema está en cómo se fija el precio de la luz producida. Se hace en una subasta en la que se reúnen productores y comercializadores de la luz: los primeros dicen cuánta tienen disponible para producir, y a qué precio la ofrecen, los segundos dicen cuánta necesitan para cada día. En la subasta, las ofertas de energía se ordenan de menor a mayor precio, y se van casando ofertas y demanda.
Renovables y nucleares suponen más del 50% de la energía necesaria, pero para el resto necesitamos las térmicas, que van a encarecer el precio de subasta en la medida en que tengamos que alcanzar a usar las centrales de gas de ciclo combinado (casi siempre) o incluso el fuel.
Lo sorprendente es que el precio que vamos a pagar es el máximo que se alcance en la subasta: si nos vemos obligados a producir con fuel, podemos llegar a 85 €/Mw, y pagaremos esa cantidad a las renovables, a las hidroeléctricas y a las nucleares. Mirando las cifras de sus costes respectivos, más arriba, podemos entender el enorme negocio que hacen las empresas energéticas propietarias de centrales de renovables y nucleares.
El sobreprecio que pagan las comercializadoras a las empresas propietarias de nucleares e hidroeléctricas, construidas hace décadas con el dinero de todos, se estimaba en 2008 en unos 1500 millones de euros anuales. Mientras tanto, el coste de las primas que se pagan a los productores de las nuevas renovables (responsables para tantos tertulianos de los elevados precios de la luz), que no olvidemos, se pagan también a las modernas centrales de gas de ciclo combinado, es de unos 600 millones de euros anuales.
En definitiva, el esquema actual en que por un lado, no pagamos el precio de lo que consumimos, hipotecándonos para el futuro, y por otro, ese precio se fija en unas subastas que garantizan enormes beneficios a determinadas empresas eléctricas, es una combinación diabólica que parece tener poco que ver con un libre mercado de la energía.
Pero la cosa podría ser todavía algo peor. Ese precio en función del de la energía más cara requerida podría reducirse a medida que empleemos energías baratas en mayor cantidad. Ya lo hemos experimentado varias veces desde el inicio de la crisis: incluso con subastas que terminan en 0€/Mw en horas nocturnas. Sin embargo, ese precio no es el que paga el usuario final: nuestra tarifa se decide en unas subastas específicas trimestrales, para las que según la CNE los precios suben extrañamente, por lo que incluso ha solicitado la intervención de la Comisión Nacional de la Competencia. Todo ello supone que las bajadas de precio de las subastas diarias sólo repercuten en los beneficios de las comercializadoras, en su mayor parte empresas “hijas” de las mismas productoras.
En definitiva, el esquema actual en que por un lado, no pagamos el precio de lo que consumimos, hipotecándonos para el futuro, y por otro, ese precio se fija en unas subastas que garantizan enormes beneficios a determinadas empresas eléctricas, es una combinación diabólica que parece tener poco que ver con un libre mercado de la energía.
Pero la cosa podría ser todavía algo peor. Ese precio en función del de la energía más cara requerida podría reducirse a medida que empleemos energías baratas en mayor cantidad. Ya lo hemos experimentado varias veces desde el inicio de la crisis: incluso con subastas que terminan en 0€/Mw en horas nocturnas. Sin embargo, ese precio no es el que paga el usuario final: nuestra tarifa se decide en unas subastas específicas trimestrales, para las que según la CNE los precios suben extrañamente, por lo que incluso ha solicitado la intervención de la Comisión Nacional de la Competencia. Todo ello supone que las bajadas de precio de las subastas diarias sólo repercuten en los beneficios de las comercializadoras, en su mayor parte empresas “hijas” de las mismas productoras.
¿Qué hacer? A mí sólo se me ocurre sugerir que debemos optar por las pequeñas comercializadoras independientes de las productoras para que comience a existir una competencia real en nuestro mercado de la electricidad.