Ante los patéticos intentos de nuestro
gobierno de convencernos de que ya viene lo bueno -aunque sea a base
de endeudarnos durante seis meses con obras públicas para hacer ver
que ya se crea empleo-, veamos tres gráficas reveladoras. La primera evidencia la conocida relación entre la creación de empleo y el
crecimiento económico, y viene a decirnos que sin crecimiento del
Producto Interior Bruto (PIB) no hay creación de empleo, al menos no
por los mecanismos que venimos utilizando en el pasado medio siglo:
La segunda nos muestra que, al menos en
los últimos treinta y cinco años, ese necesario crecimiento
económico ha precisado siempre de un incremento del consumo
energético:
Finalmente, veamos el escenario futuro
asumido por la comunidad científica para la disponibilidad
energética mundial. Como se aprecia en la figura, estamos en el pico
de la gráfica. Al descenso de la disponibilidad de petróleo, ya
iniciado, se viene el del gas en las próximas dos décadas, y luego
el del sucio carbón.
En definitiva: el futuro post petróleo
ya ha comenzado. No hay reemplazo para la energía que hoy
consumimos, y menos un excedente disponible para hacer viable el
regreso al crecimiento económico mundial. Y sin crecimiento este
sistema no crea empleo neto: hoy estamos repartiéndolo -sin decirlo,
porque el reparto del empleo es una reivindicación decrecentista que
no se puede admitir por las ideologías tradicionales- a base de
eliminar contratos a tiempo completo y crearlos a tiempo parcial:
baja el paro, pero las horas trabajadas no suben.
El crecimiento del empleo de
estos meses coincide con un repunte de inversión preelectoral por las administraciones (hemos necesitado un 5% de
déficit público para conseguir crecer un 2%). Merkel nos permite mover la economía
con obra y contratación públicas hasta que pasen las elecciones (como hizo callando con Samaras en
Grecia) porque intenta evitar tener a Pablo Iglesias en la
Moncloa. Pero seríamos tontos si nos engañáramos: después de noviembre llegará un crudo invierno para purgar este
transitorio exceso. Habrá que cumplir con los compromisos... cuando pasen las elecciones.
En definitiva, ¿qué futuro estamos
construyendo, con la cabeza hincada el la tierra? Ninguno. El regreso gradual a niveles de energía disponible similares a los pre-industriales hará colapsar la globalización: tanto el transporte como
la agricultura convencionales serán inviables en pocos años. Desaparecerán de nuestro paisaje los “alimentos kilométricos” y
las grandes cadenas de distribución. Tendremos que
producir en nuestro entorno cuanto necesitemos, lo que hace preciso
trabajar ya en las estructuras que permitan organizarlo de forma
cooperativa y digna.
Tampoco dispondremos de gasóleo para nuestra
movilidad y calefacción: debemos fomentar ya la transición
energética hacia el ahorro, la eficiencia y las renovables.
Promovamos la investigación, educación y la creación de pequeñas empresas de
construcción especializadas en eficiencia, y de industria renovable
de pequeño formato, distribuída y adaptada a lo local. Precisaremos
también una pequeña industria para la provisión del menaje básico,
así como para el aprovechamiento de los excedentes del rural.
Y no olvidemos la
cultura y el ocio locales, básicos para nuestra felicidad. Las actividades culturales, deportivas y
de ocio hacen comunidad, y si algo es seguro es que necesitaremos
recuperar el espíritu comunitario que vivieron nuestros padres y
abuelos: las personas que tenemos más cerca, nuestra familia, amigas
y vecinas serán -volverán a ser- el mayor tesoro. En el futuro post
petróleo seremos sin duda más pobres pero, si lo preparamos adecuadamente, podemos ser más
felices.