Tenemos unos amigos con los que, en nuestros primeros años de independencia económica, compartíamos casi todo nuestro tiempo libre (o era todo?). Cuando llegaba un puente, nos plantábamos en su casa y salíamos los cuatro en el coche mientras pensábamos a dónde ir. Recuerdo que una vez que no lo teníamos claro, él, que conducía, al salir de casa dijo ¿derecha o izquierda? Y esa fue la forma en que acabamos llegando a los Arribes del Duero.
Fue divertido, pero no parece la manera más sensata de dirigirse en la vida. Para dibujar el camino lo primero que tendremos que hacer es pensar a dónde queremos ir. Cuál es nuestro objetivo, qué perseguimos en la vida. Mirando un poco más allá, qué queremos para nuestros hijos. Cuando te decides a hacerlo, parece sorprendente lo poco que nos paramos a pensar en ello.
Tras pasar por la salud, el dinero, el trabajo, el amor, acabaremos llegando con toda probabilidad a lo que sabemos desde niños: que sean felices ("y coman perdices"). Probablemente la felicidad necesitará de unos mínimos de todo lo anterior, pero es importante tener claro que el objetivo es la felicidad. La felicidad y no el dinero. ¿Es eso posible? ¿se puede ser feliz sin dinero? ¿cuanto dinero hace falta para ser feliz?
El genio de internet nos permite disponer de información para llenar un largo puente de interesantes lecturas sobre la felicidad. Y no hablo de libros de autoayuda, sino de indicadores de Felicidad Nacional Bruta, de estadísticas nacionales de felicidad, con su ranking de países más o menos felices, de la relación o no entre felicidad y PIB y en definitiva, de si marcarse el objetivo de ser un país (o región, o concello) rico es coherente con el objetivo de una sociedad feliz.
No creo que merezca la pena rellenar este espacio con textos copiados de otras webs, cualquiera que haya llegado aquí puede emplear las palabras clave o buscar en la wikipedia para encontrar los mismos hilos en los que yo entré. Las conclusión de mi pequeña revisión:
- a partir de unos mínimos vitales cubiertos, de sanidad y de educación, el incremento de PIB no influye en la felicidad.
- a menudo ese incremento se traduce en desigualdades sociales que son la clave de la infelicidad.
- la publicidad es la mayor fuente de infelicidad.
- los países de iberoamérica tienen la población más feliz del mundo, con un PIB per cápita inferior a un tercio del español.
En definitiva, si el objetivo es ser felices, tenemos la mira en la diana equivocada: los niveles de felicidad en los países occidentales vienen descendiendo desde 1960 a pesar del incremento de la riqueza y el bienestar y la educación. Hay algo en nuestra forma de entender la vida que echa por tierra todos esos avances sociales. Su comprensión y arreglo deben ser uno de los primeros tramos de nuestro camino al futuro.
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