¿Qué es, entonces, el desarrollo económico sostenible? Manteniendo el objetivo de maximizar la felicidad, hemos de ir hacia una economía que permita que la mayor parte (digamos que toda) la población tenga acceso a un trabajo que le permita tener unos recursos económicos suficientes.
Los estudios realizados sobre la felicidad indican que la desigualdad es negativa, por lo que convendrá desincentivarla, mediante impuestos elevados a los salarios más altos, que suponga para las empresas que es mejor contratar a dos personas por menos dinero que a una por mucho. La injusticia y la falta de proporcionalidad en los salarios y los impuestos es otra fuente importante de infelicidad, por lo que el control fiscal de los márgenes de las empresas y del fraude en general es parte esencial de una economía sostenible.
A estos efectos, me gustaría destacar la incoherencia de nuestra sociedad recientemente puesta de relieve con el tema de las denuncias por fumar en zonas prohibidas respecto a la delación de quien delinque. A nadie se le ocurre defender que esté mal denunciar a un terrorista, a un asesino o a un ladrón. En el tema de los malos tratos en el hogar es algo que aún hoy estamos corrigiendo, y algo parecido está sucediendo con los delitos relacionados con el tráfico. Hoy tenemos sobre la mesa el debate sobre el tabaco, y sin embargo, no se plantea aún que se deba delatar a quien defrauda al fisco, cuando este es sin duda el principal problema de nuestra economía.
Parece que no somos conscientes de que quien nos vende que eso estaría mal es el amigo de quien defrauda millones de euros, que aprovecha nuestros pequeños chanchullos de 50 euros para hacernos cómplices de aquél. Si todos pagáramos nuestros 50 euros y denunciáramos al de los millones, podríamos ahorrarnos el dentista y el ordenador de nuestros hijos, que nos pagaría (previa democrática exigencia, claro está) el erario público.
En ese país de las maravillas al que queremos dirigirnos, con unas cuentas públicas saneadas y una economía sumergida inexistente, ese trabajo generalizado debería cumplir una condición inexcusable: la compatibilidad con la vida familiar. Reducir los horarios laborales para acomodarlos a los escolares permitiría aflorar nuevos puestos de trabajo. Uno de los grandes fracasos de las anteriores reformas laborales ha sido la mínima creación de empleos a tiempo parcial, al parecer debido a los abusos a los que se prestan.
En definitiva, invertir en inspección laboral y fiscal permitiría aflorar recursos y empleos. La actual reforma laboral, hasta ahora basada en una reducción de los derechos de los trabajadores, deberá tener su contrapartida en un incremento de la inspección y un fomento de los empleos a tiempo parcial, que permitan al tiempo reducir el nivel de desempleo y conciliar la vida laboral y familiar. Algunos detalles de los esquemas holandés y danés pueden servir como base para el diseño de un mercado laboral socialmente más sostenible.
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