martes, 21 de febrero de 2012

¿Recesión o decrecimento?


A finales de Marzo España entrará oficialmente en recesión, al cumplirse dos trimestres seguidos de descenso de la actividad económica, medida a través del PIB. Ese descenso, que hoy vemos como un problema por sus consecuencias en el desempleo, es sin embargo una necesidad urgente a escala global.
En efecto, vivimos en un planeta con unas dimensiones determinadas, que tiene por tanto una capacidad limitada de proporcionarnos recursos (energéticos, alimentarios y de todo tipo) así como de absorber y degradar nuestros residuos. El incremento continuado y eterno de la actividad económica que siguen planteando hoy nuestros líderes de opinión (presidente, jefe de la oposición, empresarios, sindicatos, periodistas y tertulianos) es obviamente imposible en un mundo de dimensiones limitadas. De hecho, los cálculos realizados por la “Global Footprint Network”, entidad dedicada a cuantificar los efectos de nuestras actividades en el medio ambiente (la denominada huella ecológica), estiman que los hábitos de los españoles suponen consumir cerca de cuatro veces los recursos planetarios que nos corresponden: vivimos un 400% por encima de nuestras posibilidades.
¿Es entonces buena y necesaria la recesión? En un aspecto sí: la reducción generalizada del consumo supone un descenso en las emisiones derivadas de la producción energética y una reducción de la cantidad de residuos generados: menos contaminación, menos velocidad de agotamiento de nuestros recursos, en suma. Sin embargo, la opción de una prolongada recesión, de una caída prolongada y generalizada de los precios sin ningún control por las autoridades, nos lleva a un incremento aún mayor del desempleo y a la caída en la pobreza de amplios sectores de la población.
¿Es preciso pues, recuperar el crecimiento para reducir el desempleo? Como vimos, el crecimiento crea problemas ambientales a corto plazo y es imposible de mantener a largo plazo: en un futuro no lejano habremos de toparnos con límites físicos al mismo, debidos al agotamiento de los recursos. De hecho, algunos autores que dicen que ésta crisis no es una más, sino la definitiva, hemos llegado al tope, como indica la multiplicación por cinco del precio del petróleo: ya no podemos crecer más. Queda, sin embargo, una opción alternativa al sálvese quien pueda que seguirá a la recesión y la deflación a que nos encaminamos: se trata del decrecimiento ordenado.
Asumida la imposibilidad del crecimiento eterno, debemos aprender a compartir en primer lugar, el empleo, de forma que nadie se quede fuera del sistema. Esta medida esencial, hasta hace poco tachada de ilusoria y utópica, se considera hoy básica para poder evitar despidos en empresas en dificultades. Si estamos dispuestos a trabajar por un 80% de nuestro salario para no ir a engrosar las cifras del paro, ¿por qué no hacerlo para incorporar al mercado de trabajo a nuestros parados? Eliminado el paro, se acaba el riesgo de irse al paro y por tanto sube la confianza y la posibilidad de plantearse proyectos a largo plazo: vivienda, familia, empresas. Jornadas más cortas benefician el crecimiento cultural de los ciudadanos, la vida familiar y comunitaria, el asociacionismo y la participación en la vida pública.
El decrecimiento ordenado es el único camino coherente con nuestros actuales conocimientos sobre la capacidad del planeta de sustentar nuestra civilización y con el mantenimiento y extensión del estado del bienestar. Urge situar esta cuestión en el centro del debate político, a todos los niveles.

1 comentario:

  1. Creo necesario aclarar: decrecimiento es una postura. Recesión un imperativo. No coincicen (no tienen por que) en causas, ni tampoco en efecto, más allá de que la representación económica simplista pueda llevar a algunas gráficas semejantes.

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