La revista "Ecopolítica" se hace eco de un estudio de la británica New Economics Foundation acerca de la jornada laboral en un mundo sostenible (ya sé que todos odiamos la palabra sostenible, pero resulta ridículo dar rodeos para evitar un concepto que todos comprendemos). Al parecer, 21 horas son el resultado de repartir las horas trabajadas al año por los empleados en el Reino Unido entre la población británica en edad de trabajar. Según dicen, el cálculo es similar en todos los países de nuestro entorno.
Su propuesta consiste en trabajar todos, pero menos horas que las dedicadas a ello por quienes tenemos la suerte de contar con un empleo. Quienes estamos en esa situación podemos pensar que 21 horas son muy poco, y que si el salario es proporcional, con ese sueldo no se puede vivir. Sin embargo, dos personas por hogar con medio salario supone un sueldo por hogar, que era lo normal en tiempos de nuestros padres. La cuestión tiene sus ventajas:
1. Al desaparecer el desempleo, esos recursos podrían destinarse a garantizar unos servicios sociales más completos. Además, es de suponer que los salarios subirían, al obtener el trabajador más poder de negociación frente al empleador.
2. Con más tiempo libre, muchos gastos en que incurrimos por falta de tiempo, como la comida precocinada, el cuidado infantil o de nuestros mayores, las tareas de limpieza en el hogar, o el uso del vehículo privado, podrían reducirse en gran medida.
3. Nuestra calidad de vida sin duda mejoraría, el tiempo a pasar con nuestros hijos, con nuestros padres, con nuestros amigos... Podríamos dedicar tiempo a nuestras aficiones, al voluntariado social y ambiental, a la participación política...
4. Los beneficios para la salud de recuperar una comida casera basada en los productos más baratos, los de temporada, a la reducción del estrés y a contar con la compañía y el apoyo de amigos y familiares serían indudables.
5. Quienes más tenemos aprenderíamos a vivir con menos, y no podríamos ahorrar cantidades para invertir en fondos que traficaran despúes con recursos, armas o deuda pública contra nuestros propios intereses.
6. La reducción del consumo a cotas más cercanas a lo realmente necesario reduciría las emisiones de CO2, la producción de residuos, los vertidos contaminantes, la sobreexplotación de agua y recursos naturales...
7. Se crearía así una sociedad más igualitaria, que de acuerdo con todos los estudios es la base de la felicidad: superado el umbral de lo imprescindible son las diferencias y no las carencias lo que nos hace infelices.
En resumen, el rumbo hacia el único mundo vivible es exactamente el contrario al que hoy llevamos. Un mundo que lamentablemente no hace más millonario a ninguno de quienes hoy rigen nuestros destinos, por lo que el viraje se retrasa sine die, sin aparecer siquiera en el debate político y mediático.
Afortunadamente el barco se irá a pique sin remedio, más bien pronto que tarde.
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