martes, 7 de abril de 2020

Deus Ex Machina VS Cisne Negro

No me avergüenza reconocer que hace solo unos días aprendí lo que significa un “cisne negro”. Fue en mi blog de cabecera “Crashoil” del gran Antonio Turiel sobre el pico del petróleo, que hacía referencia al Covid-19 como un cisne negro. Corrí a informarme a la wikipedia, y digamos que un cisne negro es un suceso inesperado que lo cambia todo -a peor-. Una catástrofe que desequilibra definitivamente la balanza, que rompe un equilibrio -inestable- para obligar a un enorme cambio sistémico.

El matiz del “equilibrio inestable” previo no es baladí, porque una tercera característica de los cisnes negros es que -a toro pasado- son explicables. Había razones ocultas, o escasamente difundidas, que nos podrían haber prevenido de la posibilidad de tal suceso, o de sus efectos catastróficos sobre la marcha de las cosas. Ejemplos de cisnes negros en la historia podrían ser el inicio de la primera guerra mundial, los atentados del 11S o la caída de Lehman Brothers en 2008. Supongo que a nivel planetario, el meteorito que extinguió a los dinosaurios y propició el dominio actual de los mamíferos podría también considerarse un cisne negro.

El COVID-19 es una de esas catástrofes anunciadas por los expertos, que viene a descolocar un sistema económico mundial que ya estaba tocado por la crisis nunca superada de 2008, introduciendo más entropía en un sistema energético que ya estaba en la espiral de bajada de precios (destrucción de la oferta menos competitiva) previa a la siguiente subida de precios (destrucción de la demanda menos pudiente). Avisa Antonio que la bajada brutal del precio puede hacer explotar la burbuja del carísimo fracking USA, y incentivar inestabilidades en los países productores (los portaviones USA frente a Venezuela serían un indicio a seguir).

En todo caso, la caída de la actividad económica que se anticipa próxima a un 20% del PIB a nivel mundial, muy superior a la de 2008, y las incertidumbres sobre nuevas oleadas futuras, sin duda alterarán los planes de personas e instituciones (aún no nos podemos hacer una idea), desatando las cifras del desempleo y obligando, entiendo yo, a los gobiernos a tomar cartas en el asunto para evitar que “chalecos amarillos” de todo el mundo se lleven por delante ejecutivos e incluso sistemas políticos. Pienso que para reconducir la situación tendremos que jugar la carta del Deus Ex Machina.

La figura del Deus Ex Machina (este también lo aprendí hace unos pocos años) viene a ser cuando en medio de la trama de una obra dramática (viene del teatro clásico) aparece inopinadamente un dios salvador que arregla el problema. Hoy, en general, un personaje o suceso que no había aparecido antes y que hoy suele criticarse como una salida fácil del guionista (ese séptimo de caballería que llegaba en el momento justo, las águilas gigantes del Señor de los Anillos o cuando al final “todo era un sueño”).

Pues si, necesitaremos un Deus Ex Machina, algo nuevo, diferente e inesperado que obviamente no va a llegar del cielo. Algo inimaginable en el contexto actual, inviable dentro de las normas asumidas, que habremos de inventar e implementar. Algo que romperá esas normas desde arriba para evitar que las rompamos desde abajo. Algo que nos permita salvar a todas.

El primer paso ha sido dado. En el mundo entero se ha priorizado la vida sobre el interés económico. Quizás, seguramente, porque sin hacerlo ese interés habría sucumbido de todas formas, pero incluso si ha sido por eso, ese movimiento supone el reconocimiento de una debilidad. Existe una línea que ni siquiera los grandes poderes económicos del planeta han podido traspasar: la vida (muchas vidas).

Debemos aprovechar el momento. No podemos permitir que se nos venda mañana la propia vida como una deuda a pagar. ¿A quien? ¿Al poder financiero? ¿A los multimillonarios que amasan su riqueza con el esfuerzo ajeno?

Situada la vida en el centro, tras la todavía incalculable crisis gobal que vamos a enfrentar defendamos sin dudarlo una recuperación que mantenga la vida como vara de medida para cada decisión. La vida digna, el mínimo vital garantizado para todas: nadie sin casa, nadie sin comida, nadie sin agua, nadie sin energía, nadie sin calor, nadie sin cuidados suficientes. Y añadamos: tampoco sobreviviremos si es a costa del planeta. Esa reconstrucción no se sostendrá si es a costa de un entorno saludable que la haga posible. 

Nunca más el beneficio de los accionistas como condición, nunca más un “no se puede” como respuesta a las demandas justas, nunca más el IBEX o el PIB como indicadores. Nuevas brújulas para tiempos nuevos.

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