Quién me iba a decir a mí, cuando me
puse a estudiar Geología, que el final de nuestro sistema económico
iba a llegar por razones geológicas. No por una crisis ambiental, ni
por una revolución social, ni por un colapso financiero, sino por
razones geológicas. Pues aquí estamos.
Muchos no han oído hablar del techo o
pico del petróleo, o “peak oil”, y es normal porque no lo
mencionan ni los políticos ni los medios de comunicación. Aquí ya
lo he comentado, haciendo un paralelismo con un meteorito que nos
alcanzará en cinco años, pero sin profundizar en un tema que sin
duda lo merece.
Marion King Hubbert fue un geofísico que trabajó para la Shell en Houston, Texas. Fue él quien que elaboró la teoría de que las cantidades extraídas durante la
explotación de un yacimiento petrolífero presentan una evolución
similar a una campana de Gauss: rápido incremento
desde la primera perforación, según se van abriendo nuevos pozos,
estabilización cuando la “bolsa” de petróleo pierde presión al
irse vaciando, y descenso progresivo mientras se extrae lo que ya no
sale sólo, que hay que impulsar inyectando fluídos que lo
reemplacen, hasta que ya no compensa porque se gasta más energía en
sacarlo que la que vamos a obtener con lo extraído. Es decir, la máxima velocidad de extracción se produce cuando ya se ha sacado la mitad del crudo, y a partir de ahí, aunque queda la otra mitad, la velocidad de extracción del mismo se reduce progresivamente hasta que deja de ser rentable la explotación.
También él fue quien estableció que esa misma curva se podía
aplicar al total de los yacimientos existentes en una región,
incluídos los ya en explotación, los hallazgos aún sin explotar, e
incluso posibles nuevos hallazgos que todavía no se conozcan. En
1956 calculó esa curva envolvemte, o sumatorio, para los yacimientos
de los Estados Unidos y predijo que el máximo de extracción se
alcanzaría a finales de los 60 o principios de los 70. Él murió antes, pero cuando se confirmó su predicción en 1970 alcanzó gran notoriedad.
Hubbert hizo un trabajo análogo para
todo el planeta (lógicamente con mucha menos información en sus
manos, y formuló otra predicción: sobre el año 2000 se alcanzaría el
máximo de capacidad de producción de petróleo a nivel planetario.
Pues bien, en su memoria anual del 2010 la Agencia Internacional de
la Energía reconoció -siempre había negado la validez de la teoría
de Hubbert- que en 2005 se había alcanzado el pico del petróleo a
nivel global. ¿Significa esto que se ha acabado el petróleo? Evidentemente no, según la teoría de Hubbert queda aún la otra mitad, pero eso sí, su disponibilidad va a ser cada año menor que el anterior, y el coste de extraerlo cada vez más elevado.
La repercusión de este hecho
constatado sobre la economía mundial es clara: no sabemos “crecer”
sin consumir energía, y el petróleo
ES nuestra energía. Supone -con un 40%- la principal fuente de energía
primaria, pero en el caso del transporte es el 95% de la que empleamos. ¿Qué
será de la globalización con un transporte encarecido y en retroceso? ¿qué
será de la producción alimentaria sin combustible para los
tractores? La humanidad nunca se ha enfrentado a una situación así, y no tenemos ninguna alternativa capaz de reemplazarlo -ni de lejos-.
De momento estamos en una fase de
estabilidad: “la crisis ha reducido la demanda energética”... o
¿será la reducción de la disponibilidad energética la que nos
impide “crecer”? En este contexto, las llamadas a la recuperación
del crecimiento por los agentes sociales, el gobierno, la oposición,
las instituciones internacionales, resultan entre cínicas y
enternecedoras. No estamos ante una crisis temporal: el crecimiento
tal como lo conocíamos no regresará.
¿Qué hacer? Prepararse, claro,
tomando decisiones para garantizar el sostenimiento de las
comunidades humanas en el nuevo contexto. En las ciudades, las clases
menos pudientes deberían ir preparando el regreso al rural, donde el
acceso al alimento y las necesidades básicas será más sencillo. En
el rural, conviene ir recuperando los métodos y técnicas previas a
la “revolución verde”, y diversificando la producción -hoy
centrada en unos pocos productos que se venden fuera- para abastecer
los mercados locales. Y en todas partes, comenzar a reflexionar sobre
cuánto es suficiente: preparémonos mentalmente para comprender que
vamos a ser felices con menos.
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