Fracking o fractura hidráulica es una
técnica empleada para extraer gas del subsuelo. Tradicionalmente se
han venido explotando los yacimientos más rentables, aquellos en que
de forma natural los recursos energéticos fósiles se acumularon, en
los que con una simple perforación manaban del subsuelo petróleo o
gas. En la etapa actual, encontrados y profusamente explotados los
depósitos más rentables y con los precios de la energía en
ascenso, aparecen técnicas “no convencionales” para el
aprovechamiento de yacimientos menos rentables.
En concreto el método de fractura
hidráulica pretende extraer el gas atrapado en pequeñas burbujas
aisladas en las rocas metamórficas de bajo grado (pizarras,
esquistos). Para ello es preciso abrir vías de escape en esas tocas,
rompiéndolas mediante la inyección de líquidos a alta presión.
Esta técnica esta siendo empleada con éxito en varias zonas de los
Estados Unidos, consiguiendo extraer una gran cantidad de gas
natural.
La mayor polémica radica en los
efectos ambientales y sociales del fracking. Por un lado, como ya
hemos comprobado con la inyección de gas en la plataforma Castor,
inyectar fluídos a presión en el subsuelo genera sismicidad cuya
magnitud y localización es imprevisible. Por otro lado, la red de
fracturas creada con la inyección abre nuevos caminos, también
imprevisibles, para la circulación del gas, de los líquidos
inyectados -ricos en contaminantes altamente peligrosos- y de las aguas
subterráneas que alimentan ríos, arroyos y manantiales. Cualquiera
puede acceder en la red a las numerosas denuncias en Estados Unidos
por envenenamiento de ganado, contaminación de pozos de agua potable
y daños por la sismicidad inducida.
Sin embargo, esa no es la única
cuestión: la rentabilidad de la extracción de gas por fractura
hidráulica en términos puramente económicos y energéticos está
también en duda. No hablamos de pinchar un globo y que salga el gas,
sino de taladrar un territorio, perforarlo e inyectar fluídos a
presión para romper el subsuelo. Obviamente para hacer esto
consumimos una gran cantidad de energía, y algunos estudios indican
que la energía obtenida del gas recuperado es del mismo orden que la
invertida en recuperarlo.
¿Qué sentido tendría que una empresa
realizara una actividad que no le reportará beneficio alguno?
Ninguno salvo que, como en el caso de la plataforma Castor, no se
trate de una actividad netamente privada, sino de una iniciativa
pública para garantizar el suministro de gas encargada a una empresa
privada: si es rentable, gana la empresa, si no lo es, se incluye una
cláusula que garantice que pague el contribuyente. También, sí,
aquél a quien envenenaron el agua y el que no duerme por la
sismicidad inducida.
Pues bien, el pasado miércoles el
Senado dio luz verde al fracking, previa Declaración de Impacto
Ambiental, para los proyectos de competencia estatal por afectar a
varias comunidades autónomas. Terrenos pizarrosos, territorios
intercomunitarios, competencia estatal... conviene ir levantando las
orejas en nuestra Reserva de la Biosfera Oscos Eo e Terras de Burón.
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