Que sale el ministro
Margallo y dice que nos hemos pasado "cuatro pueblos" con la austeridad. Se
trata de una sorprendente reflexión para realizarse en precampaña
electoral y con la amenaza de un nuevo apretón del austero cinturón a la
vuelta de la esquina. Eché, eso sí, en falta que hubiera ahondado un poco más
en el tema, que hubiera esplicitado con un poco más su reflexión:
vamos, que me quedo con ganas de saber cuáles serán esos pueblos de que habla.
Yo que sé, tal vez le parece ahora excesivo el despido de miles de interinos en colegios e institutos de todo el
Estado, que supuso además un incremento en el número de alumnos por clase y el recorte en profesores de apoyo para aquellos que los
precisan; o quizás a la precarización de los contratos de quienes
cuidan de nuestra salud en los hospitales y la merma de personal de
los centros de atención primaria, con el consiguiente incremento de las listas de espera.
O puede que le parezca hoy excesiva la reforma laboral que facilitó el despido barato por bancos y
grandes empresas de decenas de miles de trabajadores mientras se
rescataba a esos mismos bancos con nuestros impuestos y se les
permitía enriquecerse especulando con una deuda pública doblada por
ese mismo rescate; o tal vez le cree pesadumbre recordar el subsiguiente recorte de las
prestaciones de desempleo, que ya no llegan ni al 50% de los
desempleados registrados, para que busquemos más desesperadamente y
sin tantas exigencias los precarios minijobs que su “recuperación
por reparto” proporciona.
También podría
estar hablando del frenazo en la aplicación de las ayudas que legalmente
les corresponden a dependientes reconocidos, o del recorte de los
servicios sociales, arrancados de las manos de los despilfarradores
ayuntamientos, eliminando servicios de asistencia social precisamente cuando más necesidad de ellos hay; o de esa mágica combinación de caída de las becas e
incremento de tasas universitarias que está consiguiendo dar la
vuelta como un calcetín a la perniciosa tendencia a licenciarse de
los hijos de... cualquiera.
¿Qué se yo? Puede que hable de la manera en que,
tras todo esto, han modificado las leyes para restringir nuestro
derecho al pataleo, ya sea encareciendo el acceso a la justicia
prohibiendo la simple protesta en la calle -o en twitter!!!-
eludiendo a los jueces para ir directamente a vaciar nuestros
menguados bolsillos para sancionar conductas que hace nada eran
plenamente legales.
O si no, centrándose en las formas, puede ser que sufra un ataque de
vergüenza, por el regodeo que se traen con las
medallas a las vírgenes, los impuestos al sol, los rescates de
proyectos fallidos (Castor, radiales), la toma por asalto de los
medios de comunicación -para usarlos bien como punta de lanza, bien
como negra tinta de calamar-, o simplemente los insultos a nuestra
inteligencia que vomitan en cada comparecencia pública entre caso y
caso de corrupción, blanqueo o fraude fiscal.
Son ciertamente
muchos los pueblos que se han pasado. Por un momento, escuchando la
reflexión de Margallo, me pregunté si hoy, en precampaña
electoral, iban a tener los santos cojones de decirnos que, caídos
del guindo, se están pensando tomar el próximo cambio de sentido y
regresar unos cuantos pueblos atrás, buscando el ansiado pacto PPSOE de la Grossen Koalitionen".
En esas estaba yo cuando, afortunadamente,
ha salido un vídeo de Rajoy a dejarme claro que no. Por lo visto, el hombre está satisfecho de la labor de estos cuatro años, y no le parece que se hayan pasado "cuatro pueblos". A su parecer, ya
enfilada esta ruta, él ve mejor seguir por ella un poco más, quizás hasta el "quinto pino".
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