Resulta que llevábamos tres décadas intentando formular una transición del crecimiento sostenido al crecimiento sostenible, y luego al desarrollo sostenible. La cosa era que la economía iba bien, pero nos parecía que las otras dos patas, la del medio ambiente y la del bienestar de la población, iban por mal camino, así que intentábamos buscar fórmulas para que las tres patas del sistema se fortalecieran al mismo ritmo.
Y es que el tema ambiental estaba fatal, consumíamos con tal desafuero cosas mayormente prescindibles que precisábamos más de cuatro planetas para sostener ese ritmo. Y en cuanto a la sociedad, cada vez veíamos más desigualdades entre la minoría pudiente y dominante, y la base social, tanto dentro de nuestros países occidentales como a nivel planetario.
Y en esas estábamos, considerando que este sistema era eficaz en lo económico pero deficiente en lo social y ambiental, cuando de repente se nos desploma la pata económica. Por lo visto tenía una carcoma enorme por dentro, y toda la fortaleza que exhibía era sólo aparente. Lo que creíamos duro como una piedra resultó ser un buñuelo de viento.
Tras este sorprendente suceso, no tiene sentido andarnos con parches. Si ni siquiera la pata económica estaba bien, desde luego el funcionamiento social y ambiental del sistema tienen poco que conservar: ahora sólo nos queda repensarlo todo desde el principio.
Habremos de construir un nuevo sistema desde abajo, empezando por nuestro entorno local, por nuestra tribu, nuestro pueblo, nuestro barrio. Un sistema que sea compatible con la calidad de nuestro entorno ambiental, que nos permita vivir con dignidad, que nos permita tener tiempo para compartir con familia y amigos y que, aunque no nos dé para grandes lujos, al menos nos permita tener un techo, comida y calor para todos. Cosas que este sistema tan ostentoso no fue capaz de garantizarnos.
Bueno, todavía quedan algunos allí en Bruselas tratando de inyectar cola blanca en la pata carcomida de la economía financiera, pero se les sale por todas partes. Entiendo que estén desesperados: a ellos les iba bien y es lógico que quieran volver a poner el edificio en pie. Los demás no perdemos gran cosa, al contrario, creo que tras el susto inicial, pronto nos daremos cuenta de que este suceso inesperado nos ha salvado la vida.
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