Tengo para mí que los que escribimos, componemos o pintamos lo hacemos por necesidad propia: si por los demás fuera, ya hay suficientes cuadros, libros y canciones exquisitas como para llenar varias vidas de lecturas, audiciones y miradas extasiadas. Cuántos cuadros bonitos, cuántas canciones... ¿por qué componer otra más?
Claro, hay gente que se dedica a esto, y si no consumiéramos cultura de nueva creación, no podrían hacerlo. Morirían pobres, y sólo tras varias décadas alguien descubriría algo genial en uno de ellos: ese perduraría para siempre.
Mi forma de pensar, a la que llegué tras consumir cultura mediocre durante algunos años a través del Círculo de Lectores, me lleva a preferir los clásicos, aquéllos que han superado el filtro del tiempo. Además, sorprendentemente, suelen editarse a precios más bajos.
Mi última adquisición por 3€ es España Invertebrada, de Ortega y Gasset, una serie de ensayos cortos que dibujan la sociedad y la política española de los últimos siglos, vistas desde la atalaya de los años 20 del siglo pasado por esta mente privilegiada.
De la misma manera que me sorprendió a los 15 años el pensamiento de que los egipcios eran iguales que nosotros, la misma especie, la misma inteligencia, simplemente menos saber tecnológico acumulado (antes los veía como seres inferiores intelectualmente), me sorprende hoy la capacidad de este autor para disecar y comprender el funcionamiento de las sociedades, sus emociones, sus temores, sus tics...
Habla Ortega de los nacionalismos ibéricos y no los entiende como sentimientos de nuevas sociedades en construcción, sino como síntomas del desmembramiento de España desde hace cuatro siglos debido a la falta de proyecto común. Viene a decir que las naciones se crean alrededor de un espíritu fundacional ilusionante (para él la España imperial de los Reyes Católicos, supongo que algo como lo que vivimos con la creación europea hace pocos años). Que cuando ese espíritu se agota o se para, los pueblos que forman esa nación dejan de verle el sentido a la empresa común, y las naciones van cayendo en una desmoralización que alimenta el nacionalismo disgregador (que tampoco les llevará a ninguna parte, pero al menos es un sentimiento más propio y cercano).
Este análisis escrito hace 90 años resulta sorprendentemente útil para entender la situación social y política en España un siglo despúes (y también la de Europa), donde la falta de proyecto, la falta de rumbo, la falta de ideas resulta tan reveladora como deprimente.
Especialmente deprimente cuando somos ya plenamente conscientes de que en nuestra cumbre tecnológica no hemos sido capaces de crear un sistema que nos haga felices, de construir ese paraíso en que las máquinas trabajen para nosotros (¿cuándo dejamos de hablar de la civilización del ocio que se vaticinaba hace sólo dos décadas?), para asumir la necesidad de una carrera desarrollista que sabemos que nos lleva a un apocalipsis ambiental.
La disyuntiva de colapso económico o colapso social y ambiental debería crear un debate a todos los niveles tal que nadie pudiera inhibirse. Sin embargo, es la atonía social más absoluta la que se observa: obviamente nadie serio se atrevería a proponer alternativas al pensamiento único.
Y sin embargo, ese es el proyecto que puede volver a concitar ilusiones: el de crear una sociedad sana, en todos los sentidos. ¿Quién puede liderarlo? A día de hoy, en España, estoy mirando las propuestas de Equo.
Muy bueno el post, muy interesante el debate y muy aguda la visión de Ortega. Sobre la vigencia de su teoría, me atrevería a decir que conviene revisitarlo teniendo en cuenta la evolución de nuestra sociedad en la última mitad de siglo. Es decir, cuanda hablas de motivación- o desmotivación- de una nación para formar parte de un proyecto plural e "incluyente", omites una maxima que se viene poniendo de manifiesto cíclicamente a lo largo de nuestra historía reciente.
ResponderEliminar-No todo funciona por acción, sino también por reacción-
Al final de la segunda guerra mundial, cuando los paises "vencedores(?)" deciden crear una carta magna que habría de servir como marco referencial en las relaciones humanas universales - una bonita declaración de intenciones lo de los derechos humanos-, realmente lo que se esta forjando son las lineas básicas del nuevo orden internacional al dictado de las potencias neoliberales emergentes.
Apesar de la presencia de la antigua Unión Sovietica y de numerosos pueblos indigenas en la declaración se sacrifican los derechos colecivos y de los pueblos en pos de los individuales, entrando de lleno en un modelo de sociedad, el actual, que seguramente Ortega no contemplaba. (que diría Ortega de nuestra docilidad acrítica).
La experiencia demuestra que el derecho a la autodeterminación, que no existe como tal, solo se consigue mediante una revolución, la via de la reforma no admite esta posibilidad.
Tristemente un pueblo no puede decidir de manera soberana sobre su futuro, dejando en manos de un estado o nación estas decisiones y alimentando ,de esta forma, un imaginario popular que acelera eso que tu llamas "desmembramiento".
Ya ves que la motivación o desmotivación, en muchas ocasiones, funciona por reacción.
Es complicado definir el concepto de nación ,Ivan, sobre todo en una realidad como la nuestra donde el léxico suele jugar con nosotros de una manera tramposa, lo que unos llaman independencia otros lo llaman secesión, a unos les llaman nacionalistas, otros le prefieren llamar patriotas... que cosas!
Y eso es todo, estoy de acuerdo en lo que comentas, simplemente quería aportar algún matiz que considero importante.