sábado, 13 de julio de 2013

La mentira en la política


Exigimos que nuestros representantes nos digan la verdad, a sabiendas de que muchas veces la verdad los inhabilita como representantes nuestros.
Nos sorprende que nuestro presidente no quiera dar explicaciones sobre los sobresueldos ilegales que su tesorero dice que cobró mientras era ministro, pero ¿qué explicaciones podría dar salvo negarlo todo? Cualquier otro testimonio al respecto debería comenzar con su dimisión. Y Rajoy no puede dimitir, porque no es él quien decide y todavía tiene trabajo que hacer.
Yendo más allá, todo lo que hemos aprendido en estos dos años, desde el 15 de mayo de 2010, nos ha permitido ver claramente que los partidos que nos han gobernado desde la transición defienden los intereses del gran capital, y no los nuestros. Los de las grandes empresas, y no los de las Pymes o de los autónomos, los del 1%, al fin, y no los del 99.
Siendo así, sabiéndolo como lo sabemos hoy, ¿cómo, si no a base de mentiras, habrían conseguido convencernos para que los votáramos mayoritariamente? ¿No es todo ese discurso ininteligible del que tantos chistes hemos hecho, esa verborrea insustancial musicalmente denunciada por Serrat o Les Luthiers, la evidencia de la mentira que nos gobierna? ¿Quién de nosotros aceptaría sin rechistar una explicación tipo Cospedal, Rajoy o Floriano de su jefe, de un amigo, de su pareja, de su empleado, de su hijo?
Nos mienten (y lo sabemos) porque defienden intereses que no son los nuestros. ¿Cómo van a decirnos la verdad? ¿Esperamos de verdad que nos digan “le voy a subir la luz porque una gran empresa que nos paga las campañas electorales tiene que recuperar su dinero”? ¿”Voy a hacer el AVE porque un 4% del presupuesto va para mi bolsillo”? ¿”Bajamos la jubilación porque la gente no se anima a contratar planes de pensiones privados”?
Así, los grandes partidos viven instalados permanentemente en un discurso manipulador y mentiroso, porque la verdad es casi siempre inconfesable, ya que casi cada una de sus decisiones responde a intereses propios, partidistas o personales.
Dicen que el sentido común es el menos común de los sentidos. De igual manera, se ve que el tantas veces invocado interés general es -en boca de los políticos- casi siempre interés privado, y en ocasiones, un interés muy particular. La pregunta es, ahora que lo sabemos, si vamos a mover un dedo para cambiar las cosas, dar un paso adelante, implicarnos, y crear opciones alternativas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario