lunes, 21 de marzo de 2011

Análisis estadístico y riesgo nuclear

La evaluación de los riesgos es un área básicamente ligada a la estadística. Analizamos el pasado como base para pronosticar el futuro, lo que ha pasado como una predicción de lo que puede pasar. Por ejemplo, se evalúa el riesgo de inundación o el riesgo sísmico en función de los registros de terremotos o inundaciones anteriores. Sobre las tablas estadísticas se hace un análisis y se estima la peligrosidad de los territorios en función de la frecuencia y magnitud de los eventos.
Algo similar hacen los técnicos de las agencias de seguros: estudian las estadísticas de los accidentes pasados y las cuantías de los daños producidos, y con ellas pronostican los costes de los futuros, y las pólizas que debemos pagar en función de nuestro riesgo.
Si aplicamos la estadística al riesgo nuclear, tenemos que hay en el mundo 426 centrales nucleares, de las cuales dos han explotado. Eso supone una proporción de 2/426=0,004695 de centrales nucleares que estallan a lo largo de su vida útil. Proyectándolo al futuro, vendría a ser  la probabilidad que tiene una central de estallar a lo largo de su vida útil. Como la vida útil es habitualmente de 40 años, podríamos decir que la probabilidad anual de estallar es igual a esa cifra dividida por 40, es decir 0,000117, poco más de 1 entre 10.000, o similar a tener un premio importante en la lotería de navidad.
Viéndolo al revés, la probabilidad de que no explote una central en un año determinado es 1-0,000117, es decir 0,999883, un 99,988%. Malo será.
Como en España tenemos 8 centrales nucleares, la probabilidad de que esa condición (la de no explotar en un año determinado, por ejemplo éste) se cumpla para todas ellas se calcula multiplicando las probabilidades de cada una de ellas. Como para todas es la misma, elevamos la probabilidad a la octava potencia: 0,9998838 = 0,999061. Viene a ser que, en un año determinado (por ejemplo, el 2011) sólo hay una probabilidad entre mil de que explote una de las centrales nucleares españolas. Ésta es una probabilidad similar a la de obtener 4 aciertos en la Lotería Primitiva.
Pero como ya dijimos, la vida útil de una central nuclear son 40 años. Por tanto, para obtener la probabilidad de que esta situación de “no accidentes graves” dure toda la vida útil de nuestras ocho centrales nucleares tenemos que elevar el valor de la probabilidad anual a la 40ª potencia. El resultado es una probabilidad de 0,963136, o un 96,3% de posibilidades de que no pase nada nunca, o a la inversa, un 3,68% de que sí explote alguna de nuestras centrales en los próximos años. Esto viene a ser el doble de las probabilidades que tenemos de acertar 3 números en la primitiva.
En definitiva, esperemos que como dicen los defensores de la energía nuclear, esperemos que  lo de Chernobil y Fukcushima hayan sido casos extraños no representativos de la seguridad de las centrales nucleares en España y el mundo. Lo malo es que estos datos son la única realidad que tenemos para pronosticar el futuro: ¿hemos de cerrar los ojos a ésta y basar nuestros cálculos en la pura teoría?

martes, 15 de marzo de 2011

Seguridad nuclear

Dice el PP que la decisión sobre la seguridad de las centrales nucleares debe ser tomada siguiendo los consejos de los técnicos. Me recuerda a lo que decía sobre el trasvase del Ebro, que la decisión la tenían que tomar los usuarios del agua. ¿Y qué van a decir los usuarios del agua sobre que entre todos les llevemos agua? , pues que muy bien. Lógico.

En este caso conviene preguntarse quiénes son los técnicos en evaluación de riesgos de las nucleares. ¿El Consejo de Seguridad Nuclear? ¿Los propios técnicos de las centrales? Si nos paramos a pensarlo, los especialistas en evaluación de riesgos son bien conocidos de todos nosotros: se llaman agencias de seguros. No es el mecánico el que calcula mi póliza de riesgo al volante, sino el agente de seguros. Tras la debacle japonesa vemos que quienes sufren el golpe económico son las aseguradoras y reaseguradoras suizas y alemanas. Suyos son los especialistas de quienes hablamos, los que realmente, en nuestra economía de mercado, no sólo calculan el riesgo sino que lo traducen a euros.

Muchas de las pérdidas de vidas humanas en inundaciones y deslizamientos podrían evitarse si los seguros de vivienda fueran obligatorios y proporcionales al riesgo de cada localización: el precio de la póliza sería al tiempo un aviso y una forma de desincentivar las ubicaciones más peligrosas.

¿Y qué dicen las aseguradoras sobre la energía nuclear? En España las pólizas son tan altas que si las empresas las pagaran el precio de su energía no sería competitivo, así que la ley de seguridad nuclear impone un tope de 700 M €, ridículo si vemos lo que está pasando en Japón. Los daños que pasen de ahí los pagamos entre todos.

Los técnicos, por tanto, ya han hablado: la energía nuclear es inviable económicamente debido al elevado coste de los riesgos que conlleva: fueron los políticos quienes la hicieron viable al evitarle pagar la póliza proporcional a su riesgo. Ahora, ¿a quién hacemos caso, a los técnicos o a los políticos?

sábado, 12 de marzo de 2011

Propuestas de futuro

No sé si lo he dicho ya aquí, a menudo me repito (: los años; y la pereza de volver a leer las entradas), me da cierta pena ver a los políticos locales reuniéndose con las asociaciones de vecinos para que éstas les lean su carta a los reyes magos. Entiendo que su interés por escuchar esas peticiones radica en que piensan emplearlas para diseñar con ellas su programa electoral. No sé si en esas reuniones ellos les han trasladado también sus propuestas, en cualquier caso éstas no las he leído en los medios.
A mi modo de ver, el político debe ser un líder: es la persona que ha estudiado los problemas y ha encontrado las soluciones, nos las cuenta, nos convence y le votamos. Si el politico viene a preguntarnos lo que queremos que haga, lo mejor es que el concello funcione a modo de asamblea, porque el pueblo llano no planifica: habla sobre la marcha, intuitivamente; no tiene tiempo para estudiar los problemas, no tiene experiencia ni conoce las leyes que condicionan la viabilidad de las diferentes soluciones. En una asamblea podrían analizarse las propuestas detenidamente.
Si no es así, son los partidos políticos quienes deben estudiar nuestra situación, analizar situaciones análogas en otros momentos o territorios y encontrar las soluciones más acertadas. Y explicárnoslas.
Tras una reunión con una asociación de vecinos el político puede conocer sus actuales preocupaciones: una residencia de ancianos, más plazas de parking... pero no va a encontrar la solución a la reactivación económica tras el parón inmobiliario, ni al ocaso del eucalipto o a los problemas de la ganadería intensiva y el despoblamiento rural. Tampoco tratará de la sedimentación en la ría, ni del colapso de la playa de las catedrales, de la desaparición de la actividad pesquera o los problemas de las mariscadoras. Sin embargo, son esos los problemas cruciales de nuestro concello.
Fuera de la actividad comercial, a la que no le veo más problema que la coyuntura, la frenética actividad de la construcción durante los últimos 15 años ha ocultado los problemas estructurales del resto de las actividades que desde siempre han ocupado a los ribadenses. Desaparecida ésta se hace evidente la necesidad de recuperar los recursos que hemos ido dejando perderse a lo largo de las últimas décadas, desde el convencimiento de que aquélla no regresará, al menos en la forma y magnitud de estos años pasados, y de que es mejor para todos que no lo haga.
Ojalá que la campaña se centre, por tanto, en desarrollar propuestas viables a largo plazo ambiental y económicamente, para las restantes actividades. No orientadas a conseguir dos años más de ayudas incondicionales a prácticas insostenibles con cargo a nuestros vecinos, sino a reorientar hacia la sostenibilidad las prácticas cortoplacistas que ya dan muestras claras de agotamiento.
Aprovechemos estas pocas semanas que nos concede nuestro tacaño formato democrático para al menos poner las bases de un debate que nos permita entender por qué estamos en el camino equivocado, qué han hecho otros antes que nosotros en esta situación y así tal vez empecemos a vislumbrar la salida del túnel. Siguiendo con el símil ferroviario, es penoso ver que, a día de hoy, la única propuesta parece ser intentar poner en marcha el tren descarrilado, sin querer reconocer que esos raíles por los que circulábamos eran en realidad una vía muerta. Olvidemos el tren, hay un paseo precioso a pie, por aquí, sin ir muy lejos. Tal vez el accidente nos haya salvado.

lunes, 7 de marzo de 2011

De economía y ecología

Lloramos porque sube el petróleo, pero no dejamos el coche. Lloramos porque sube la luz, pero nos reímos del ministro que nos regala bombillas de bajo consumo. Lloramos porque suben el agua, pero no recogemos los dispositivos de ahorro que reparte el Concello (comprados con el dinero de todos, claro está).
Tal vez sea simplemente que aún no estamos tan mal, pero nuestra incongruencia tiene un toque infantil y personalmente me resulta exasperante. Por supuesto hay muchas culpas que echar, pero para hacerlo primero deberíamos exigirnos a nosotros mismos. Primero recogemos la bombilla y luego recriminamos a las eléctricas su desidia en la mejora de infraestructuras y a los políticos su falta de control sobre los beneficios de éstas.
Primero ahorramos agua y después denunciamos el mal estado de las infraestructuras y la baja calidad de aquélla. Primero reducimos a lo indispensable el uso del coche y después tachamos de ocurrencias a las medidas de ahorro del gobierno.
La reacción de protesta airada combinada con la propia inacción viene a ser lo de la avestruz hincando la cabeza en tierra: como si por dar dos gritos en el bar fuéramos a parar algo. Como si por conducir más deprisa, incrementando la demanda de gasolina, su precio fuera a bajar antes. Como si fuéramos capaces de ahorrar agua o luz manteniéndose éstas baratas. No es así, no lo hacemos.
En Galicia, cierto es, lo tenemos más difícil para motivarnos: excedentarios en agua y electricidad, nos parece innecesario cambiar nuestros hábitos. Sin embargo, vivimos en un mercado global, y el precio de las cosas no lo marcamos nosotros. Una vez privatizados los servicios públicos, nuestra luz puede viajar a Francia o Portugal, al mejor postor. Respecto al agua, dejar de subvenvcionarla es una orden que viene de Europa.
Claro, la actitud de los políticos, nuestra referencia a la hora de tomar postura (qué mala costumbre), no ayuda nada. El Partido Popular defiende la subida del agua en Galicia, porque la hacen ellos, mientras critica la subida de la luz o las medidas de ahorro de energía. El PSOE, por su parte llama la atención por el tarifazo del PP en la factura del agua de los gallegos tras considerar imprescindible otra subida de la luz. Qué ocasiones tan hermosas para hacer pedagogía apoyándose mutuamente en medidas que sin duda van a favorecer una reducción en nuestra presión sobre los recursos naturales.
A ninguno nos gusta pagar más por lo mismo, pero toca apechugar y aprobar la estrategia de manera general. Eso sí, a continuación hemos de fijar nuestra atención en los detalles, que es donde habitualmente anida el diablo, para denunciarlos y exigir su corrección siempre que sea necesario.