sábado, 15 de diciembre de 2012

El oro o la vida

El obispo Ramazzini no pudo venir a Tapia por problemas de agenda de última hora, pero fue sustituído con brillantez por José Antonio Noval, párroco de la Pola que ejerce en la diócesis de San Marcos desde hace diez años, trabajando codo con codo con Ramazzini. Su exposición fue directa y clara, tanto como lo es el documental "El oro o la vida" protagonizado por Ramazzini, disponible en internet. Mi enhorabuena a la Asamblea Ciudadana Occidente - A Mariña y a la Casa Azul de Navia por su iniciativa.

"Hemos de defender la primacía de la persona sobre el dinero", la frase que pronuncia el obispo al inicio del documental, resume la problemática de la minería del oro en América latina, en Tapia (Asturias) y en Corcocesto (Galicia). A lo largo de la sesión fue quedando claro a todos los asistentes que el oro no es el futuro, sino el final. El párroco asturiano nos fue desvelando paso a paso que tras el paso de la mina sólo queda veneno, enfermedad y pobreza. Que la miopía de muchos ciudadanos y la corrupción o ineptitud de los dirigentes políticos abren el paso a empresas que mienten, coaccionan y hasta matan sin escrúpulo alguno.

Sólo la información y la movilización unánime de los pueblos, de nuevo, como siempre, pueden salvarnos. Cien, doscientos puestos de trabajo precarios durante diez años no pueden ser el pago para la desaparición de una comarca. La creación de empleo precario en la mina se contrarresta por las pérdidas en los sectores del turismo, la agricultura, la ganadería y la pesca, derivadas de la destrucción del paisaje y la contaminación de suelos y aguas. Los beneficios económicos se van al extranjero, mientras los costes sanitarios y ambientales quedan aquí en forma de enfermedades cutáneas, intoxicaciones y cánceres, de ríos, vegas y costas estériles, de paisajes destruídos.

A todo esto, nuestras administraciones renuevan su actitud de sumisión al poderoso, deshonra nacional para una derecha ideológica que tantas veces saca pecho de casta y poderío, siempre con el débil. Incapaz de ponerse firmemente al criterio de los buenos profesionales con los que cuenta, se afana en su papel vergonzoso que trata de desenrollar la alfombra roja, de asignar ayudas y permisos aceleradamente al mister Marshall de turno. Administraciones que multan a un pequeño ganadero por verter una cisterna de xurro cerca de un río y permite después a la gran minera su destrucción y canalización para llenar el valle de fangos con cianuro.

¿Corrupción o ineptitud? ¿Dónde están las garantías? ¿Qué pasa si el oro baja en los mercados internacionales? ¿Quién garantiza que las telas no se rompen bajo el peso de los fangos contaminando las aguas subterráneas para siempre? ¿Qué estudios de control de la salud de las personas están planteados? ¿Cuáles son las finanzas exigidas para evitar que las mineras escapen tras un posible accidente o abandonen el territorio sin restaurarlo? ¿Están concretadas las responsabilidades políticas y penales para quien dé permisos saltándose las leyes nacionales y europeas?

Aprendamos en cabeza ajena antes de jugarnos el futuro de nuestros hijos: hay alternativas de desarrollo: en el sector primario ecológico, en la industria de transformación de esos productos, en las energías renovables, en la eficiencia energética, en la rehabilitación de edificaciones para el aislamiento térmico... pero en todo caso siempre es mejor emigrar que arruinar tu tierra para siempre. Quien emigra hoy puede volver, tras la mina nada será igual. Es el oro o la vida.

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